
Si este es su caso, antes de nada me gustaría contarle en que consiste exactamente esta patología.
Imagine una persona en época de rebajas que sale de una tienda cargada de bolsas. Se dispone a cruzar la calle absorta en sus pensamientos, cuando de repente suena el claxon de un coche. Ese estímulo le hace detenerse en seco y le provoca una respuesta instantánea: su ritmo cardiaco se acelera, siente vacío en el estómago y sequedad en la boca. El coche que la avisó de su presencia pasa de largo, y la sensación de desasosiego desaparece de inmediato.
Esa persona acaba de experimentar una ansiedad “sana”, un mecanismo de defensa del organismo que le mantiene alerta ante el peligro y evita que sea atropellada.
Ahora bién, pensemos en otra hipótesis.
En este caso se trata de una persona que va a salir de compras en esta época de rebajas. Está con el abrigo puesto y se dispone a atravesar la puerta de su casa, pero se siente incapaz: padece un miedo irracional y recurrente a ser atropellada por un coche. En ese momento, su ritmo cardiaco está disparado, tiene una sudoración excesiva y una fuerte presión en el pecho. Aunque aún no haya salido de su casa, esa sensación de pánico le deja bloqueada y le impide disfrutar de un día de compras.
Esa persona está sufriendo una crisis de ansiedad patológica, una de las afecciones mentales más comunes en nuestro país, pero no por ello menos grave.
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es una enfermedad capaz de anular a la persona que la padece y convertir su vida en un auténtico infierno.
Se manifiesta por una intranquilidad excesiva y continuada durante más de seis meses, donde concurren síntomas como agitación, fatiga, irritabilidad y alteración del sueño.
En España el TAG afecta a más de seis millones de personas. Una dimensión realmente preocupante.
El TAG, a examen
Como hemos visto, la ansiedad “sana” es una reacción fisiológica del organismo ante el peligro. Actúa como respuesta defensiva ante situaciones que comprometen su seguridad y durante miles de años ha sido una gran aliada del hombre, preparándole para enfrentarse a infinidad de peligros, como los animales salvajes o las guerras tribales, mediante la huida o la lucha.
El problema es que con el paso del tiempo estos peligros han ido desapareciendo. El mundo moderno nos enfrenta hoy a nuevos escenarios, y factores como el estrés, el frenético ritmo de vida, la competitividad o la inseguridad económica nos predisponen negativamente ante determinadas situaciones, generando una ansiedad patológica ante un peligro inexistente.
La sensación de amenaza inminente ya no nos abandona nunca y un mecanismo que debería ser amigo se convierte súbitamente en nuestro peor enemigo, ocasionando graves dificultades en la vida familiar, profesional e incluso sexual.
Y por si fuera poco, la situación actual de incertidumbre económica es un excelente caldo de cultivo para el TAG, que además suele interferir en otros aspectos vitales e incitar al consumo de drogas, alcohol y otras sustancias adictivas.
Pero lo peor de todo es que la solución que nos brinda la industria farmacéutica a base de ansiolíticos se está convirtiendo en un problema que supera incluso la gravedad de la propia enfermedad.
Cuando la solución se convierte en el problema
Si bien para muchos científicos la ansiedad generalizada requiere terapia psicológica, los especialistas del cerebro ven su origen en el desequilibrio bioquímico de varios neurotransmisores (GABA, serotonina, dopamina) y apuestan por moléculas de síntesis para contrarrestarlo.
Dicho de otra forma: o el diván o la farmacia. Y desgraciadamente, los españoles prefieren utilizar el atajo que les brinda la química farmacéutica y que casi nunca conduce hasta la salud.
Entre el año 2000 y el 2012, el uso de ansiolíticos en España aumentó un 57%, lo que nos sitúa a la cabeza de los países de nuestro entorno y supera incluso el consumo por habitante en Estados Unidos.
El resultado es que 1 de cada 3 tres españoles se medica con ansiolíticos.
El propio dato en sí mismo debería generar ansiedad, más aún si tenemos en cuenta que sólo 1 de cada 4 la padece realmente.
Los españoles nos estamos atiborrando a unos medicamentos que actúan sobre nuestro cerebro, y que a pesar de calmar rápidamente los síntomas de la ansiedad, provocan efectos secundarios que pueden ser potencialmente peligrosos para la salud.
Cuidado, que engancha
Si usted sufre del TAG y se medica con ansiolíticos, es importante que sepa el alto grado de dependencia física que pueden llegar a provocar.
Estamos hablando de un auténtico “síndrome de abstinencia” que hace que en muchas ocasiones estos medicamentos tan adictivos entren en su vida y se queden para siempre.
Si a ello añadimos la ligereza médica en la prescripción y la prolongación injustificada de los tratamientos, que según algunos especialistas no deberían superar en ningún caso las cuatro semanas, nos daremos cuenta de la verdadera magnitud del problema:
La ansiedad está generando adictos a los ansiolíticos.
Además, en el caso de las benzodiacepinas (las más consumidas en España), pueden ocasionar efectos paradójicos, es decir, opuestos a lo esperado: un medicamento para combatir la ansiedad desemboca en un episodio de nerviosismo, ideas delirantes e impulsividad.
También son responsables de efectos secundarios como pérdida de atención, somnolencia y pérdida del equilibrio, que aumentan el riesgo de caídas, accidentes de circulación, domésticos y laborales.
Y no hay que olvidar los efectos devastadores de los ansiolíticos combinados con otros psicotrópicos, como el alcohol y los antidepresivos, que los convierten en auténticos cócteles explosivos para la salud de quien los consume y su entorno.
En definitiva, parece obvio y de sentido común que a pesar de actuar con mucha rapidez y parecer una solución rápida, los ansiolíticos sintéticos no son el remedio ideal para luchar contra el TAG, sino todo lo contrario.
Y ante este panorama, ¿qué hay de las alternativas vegetales?
Ahora es cuando volvemos al principio. Si usted sufre el TAG, tire sus ansiolíticos ahora mismo a la basura. Diga adiós para siempre a las pastillas y de la bienvenida al universo de las plantas y sus inagotables virtudes terapéuticas.
Plantas vs Pastillas
También ante los trastornos mentales y psicológicos como la ansiedad generalizada, donde terminan los medicamentos convencionales comienza el poder curativo de las plantas.
Ya sea asociadas a métodos psicoemocionales o utilizadas de forma autónoma, hay plantas que suponen una solución de primera mano contra el TAG y que habría que recomendar antes que cualquier ansiolítico.
Muchas plantas medicinales tienen propiedades sedantes, relajantes y mejoradoras del sueño y presentan como ventaja que su utilización está exenta de los efectos secundarios atribuidos a los fármacos ansiolíticos de origen sintético.
Las plantas útiles para combatir y controlar la ansiedad de forma natural se pueden clasificar en tres grupos:
- Las plantas llamadas GABAérgicas, como la pasiflora, la melisa o la hierba de San Juan, entre otras que activan los receptores cerebrales GABA (ácido gamma-aminobutírico). Estos neurotransmisores regulan la memoria y el sueño y actúan como un freno sobre el influjo nervioso general del cerebro, permitiendo controlar, entre otros, el miedo y la ansiedad.
- Las plantas adaptógenas, que reponen las hormonas del estrés que se pierden por la ansiedad y aumentan la capacidad de defensa como respuesta a cualquier estímulo estresante, ya sea de naturaleza física o psíquica. Destacan entre ellas dos plantas especialmente conocidas por los rusos y los escandinavos, como el eleuterococo o ginseng siberiano y la rhodiola.
- Los aceites esenciales antiansiedad, auténticos concentrados de principios aromáticos volátiles, cuya composición y estructura química ejerce una influencia positiva sobre nuestro sistema nervioso y ayuda a calmar el temperamento de la ansiedad. Son muy recomendables el AE de lavanda y el de naranjo amargo.
DESDE LA HERBOSURA OS DESEAMOS UN BUEN JUEVES...........Y SALUD