Después de las vacaciones estivales, fiestas navideñas, con sus excesos en la mesa, todos queremos sentirnos mejor física y psicológicamente, cuidando nuestra alimentación y quitándonos esos “kilillos” de más que hemos podido ganar pero además de eso, seguro que muchos de vosotros sentís también que aunque estéis comiendo más ligero y más sano, tenéis unas digestiones pesadas, incluso problemas varios como mal aliento, acidez gástrica, meteorismo, estreñimiento, y otros problemas menos reconocibles como granitos, espinillas, sequedad de piel, sudor y orina con olor fuerte, dolor de cabeza, lumbalgia…
Es posible que no sólo nos encontremos estos síntomas tras unos días festivos de “comilonas”, sino que sean signos de un desequilibrio en nuestro estado de salud tras meses e incluso años de malos hábitos a la hora de alimentarnos, nutrirnos y cuidarnos.
Por ello, vamos a daros algunos consejos para que empecéis a introducir cambios sustanciales en vuestro estado de salud siguiendo unas pautas muy básicas para conseguir poco a poco y de manera efectiva ese efecto depurativo o detoxificante a través del uso de ciertos alimentos y técnicas de medicina naturista tradicional
Toxinas y acidificación = enfermedad
Como hemos comentado anteriormente, los hábitos alimentarios de cada individuo pueden determinar las reacciones que se desencadenan a nivel metabólico, endocrino, neurológico, osteo-muscular, digestivo… Cada déficit o exceso en el aporte de ciertos nutrientes, así como la ausencia de ellos, o la presencia de nutrientes de mala calidad o de alimentos con “calorías vacías” (ricos en calorías y energía, pero con escaso valor nutricional) determinará el uso que nuestro organismo pueda hacer de ellos y el funcionamiento de cada órgano o sistema de nuestro cuerpo.
El exceso de azúcar blanca, sal, harinas refinadas, grasas saturadas e hidrogenadas, alimentos ricos en colesterol “malo”, procesados, refrescos y bebidas carbonatadas, o la carne roja, los lácteos, el gluten, por poner algunos ejemplos, dan lugar, junto con otras circunstancias, a la denominada “acidificación” del pH sanguíneo.
El valor pH mide el grado de acidez o basicidad de cualquier sustancia, y es una variable siempre presente en el organismo humano, de vital importancia para la salud, siempre que exista una proporción equilibrada entre ácidos y bases.
El pH considerado neutro es el de valor 7, obtenido por la reacción entre un ácido y una base de igual fuerza y concentración, de manera que se obtiene una solución neutral que no reacciona ni ácidamente ni de manera básica.
Un valor de pH entre 0 y 6.9 es propio de un ácido; y un valor de pH entre 7 y 14 es propio de una base.
En el organismo humano los valores de pH varían dependiendo del órgano que analicemos: en el estómago predomina el medio ácido, por ejemplo.
Sin embargo, la sangre es el único componente donde el pH presenta siempre un valor constante de 7.4 (ligeramente básico).
Es por ello, que las analíticas de pH en sangre y orina proporcionan información muy importante para poder elaborar un diagnóstico de salud en medicina.
El organismo tiene la capacidad de regular el equilibrio ácido-base del cuerpo eliminando el exceso de ácido sobre todo a través de los riñones, por la orina, pero los hábitos de vida y la alimentación inadecuada pueden descompensar ese equilibrio interno, haciendo que nuestro organismo no pueda eliminar el exceso de ácidos y éstos se acumulen en el tejido conjuntivo principalmente y se produzca la acidificación.
La acidificación tiene una serie de consecuencias sobre la salud: el transporte de oxígeno en la sangre se dificulta en un medio ácido, el músculo cardíaco (miocardio) deja de funcionar correctamente, aparece la gota, que son cristales de ácido úrico precipitado en las articulaciones, produciendo dolor e incapacidad funcional de éstas, la piel se reseca y resquebraja, aparecen eccemas
Una acidosis sistémica prolongada puede ocasionar enfermedades más graves, incluso hay teorías que la sitúan como desencadenante de la aparición de mutaciones celulares, tumores y cáncer.
Por otra parte, la acumulación de sustancias tóxicas provenientes de alimentos procesados, como los conservantes, los aditivos para dar sabor, etc. pueden provocar también daños en la salud con el paso del tiempo, si no son eliminados del organismo.
La ingesta insuficiente de agua y de alimentos ricos en fibra, junto con todo lo anterior, provoca situaciones de deshidratación y de dificultad para eliminar las sustancias de desecho del organismo, dando lugar a estreñimiento, entre otras afecciones.
Un estreñimiento prolongado provoca que los restos de materia fecal atrapados en el intestino continúen liberando toxinas, que vuelven al torrente sanguíneo a través del epitelio intestinal y se dispersen por todo el cuerpo, perpetuando esa situación de toxicidad.
Como el organismo intenta deshacerse de esas toxinas y de esos ácidos principalmente a través de intestino, pulmones y piel, es frecuente encontrarnos con problemas digestivos, respiratorios y dermatológicos en las personas con acidosis generalizada.
Conviene recordar que no sólo una dieta desequilibrada influye en la toxicidad y acidificación del organismo; sino que también otros hábitos como el consumo de tabaco y alcohol, la falta de ejercicio de físico, el exceso de trabajo, unos altos niveles de estrés emocional o una actitud mental negativa, influyen también en el desencadenamiento de una serie de reacciones químicas que llevan a este punto.
¿Y qué decir sobre los empachos y el exceso de alimentos calóricos? Tanto si nos hemos pasado comiendo alimentos ricos en azúcares (hidratos de carbono menos saludables) como ricos en grasas, debemos saber que nuestro sistema metabólico está trabajando a marchas forzadas para procesar y “quemar” ese exceso de energía y evitar que se deposite en forma de grasa en nuestro cuerpo (haciéndonos aumentar de peso y de volumen) y disparando nuestros niveles de insulina para regular el azúcar en sangre, provocando también desequilibrios que pueden desencadenar otros procesos de enfermedad.
Nuestro hígado se puede ver sobrecargado de trabajo para metabolizar las grasas y el alcohol ingeridos, por lo que sus sistemas de filtrado y limpieza se saturan y el hígado comienza a fallar, no pudiendo desarrollar correctamente sus funciones y permitiendo la acumulación de toxinas en el organismo.
Síntomas de toxicidad y acidificación
Algunos síntomas y signos frecuentes cuando se produce una acidificación en el organismo o un exceso de toxicidad son:
- Falta de energía crónica y apatía
- Agotamiento y cansancio al menor esfuerzo
- Tendencia a sentir frío
- Capacidad de recuperación escasa
- Dificultad para concentrarse
- Irritabilidad
- Crisis de ansiedad y/o depresión; altibajos bruscos y frecuentes del estado de ánimo
- Uñas blandas, quebradizas, hendidas, con estrías o manchas
- Caída de pelo, cabello quebradizo y sin brillo
- Ojos sin brillo, opacos, apagados
- Molestias articulares
- Excesiva sensibilidad al dolor; umbral del dolor muy bajo
- Propensión a las infecciones
- Propensión a las alergias y a las rinitis
- Pulso débil, sin fuerza
- Lengua con capa gruesa de saburra, amarilla o blanca
- Mal aliento
- Flatulencias o gases; distensión abdominal; necesidad de eructar frecuentemente
- Sensación de acidez digestiva y/o reflujo gástrico tras las comidas
- Piel seca y agrietada o excesivamente grasa, con brillos y granos
- Cutis apagado, sin luminosidad; tez grisácea o cetrina
¿Qué hacer para depurar y devolver el equilibrio al cuerpo?
Cuando nos encontramos con varios de estos síntomas y signos, bastará con un cuestionario de hábitos de vida, salud, alimentación, ejercicio y estado emocional, una exploración física general y/o específica, junto con un análisis de pH sanguíneo (todo ello por parte del profesional de la salud de nuestra elección) para orientarnos sobre la causa de los síntomas y signos, y así poder pautar una serie de cambios en la rutina de vida para lograr la mejoría y la recuperación de la salud global.
Dependerá del profesional de la salud que nos atienda, en base a su criterio, recomendar la realización de otras analíticas o pruebas complementarias para hacer un diagnóstico preciso.
¿Cómo solucionamos esta situación de toxicidad? Cambiando hábitos y tomando las riendas de nuestra vida, con iniciativa y determinación, a nivel físico, mental y emocional.
Esto es sencillo, aunque no fácil. Requiere de un buen asesoramiento y guía por parte de los profesionales de la salud, y de mucho autocontrol, disciplina y constancia para conseguir los objetivos que nos marquemos.
Las formas de detoxificar o depurar el organismo, regulando el pH, mejorando nuestro metabolismo y facilitando la recuperación del peso ideal, pasan por la realización e inclusión en nuestra rutina diaria de varios métodos terapéuticos.
Las opciones pueden ser múltiples, artificiales o naturales, más o menos científicas o empíricas, y más familiares en nuestra cultura o bien con una arraigada tradición en países o culturas ancestrales más alejadas de nuestro hemisferio. No tienen por qué ser sustitutivas de una terapia médica prescrita por el facultativo correspondiente (si es necesaria), sino más bien un complemento que refuerce y ayude al organismo a conseguir el objetivo de salud.
Nosotros os vamos a recomendar, los que creemos son los pilares básicos para conseguir el objetivo detox global u holístico:
1) Dieta depurativa (principalmente alcalina, para eliminar el exceso de acidez, y rica en alimentos “vivos”, no procesados) y mucha hidratación, con agua purificada
1) Complementación con súper-alimentos de cultivo ecológico con alta concentración de nutrientes de efecto detoxificante y antioxidante (próximo post).
2) Complementación con nutrición ortomolecular en forma de concentrados en cápsulas de fitonutrientes de plantas de cultivo ecológico, con efecto detoxificante y antioxidante
3) Protocolo de limpieza intestinal con lavados internos o hidroterapia de colon
4) Protocolo de limpieza hepática y de la vesícula biliar con dieta específica y sales de Epson
5) Ejercicio físico regular adaptado, principalmente ejercicio aeróbico, así como ejercicio equilibrante de las energías internas, como Tai Chi, Yoga, Qi Gong (Chi Kung), Pilates…
6) Terapias energéticas reguladoras (como la acupuntura, el Reiki…) y masajes de tipo circulatorio y de drenaje linfático
7) Técnicas de respiración, relajación y de control del estrés
8) Terapias para la liberación y manejo de las emociones bloqueadas
9) Actitud positiva ante la vida
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¡Feliz día a todos!
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